Carta de un policía alumno de la ENP
Once de la mañana, miércoles, aquí estoy junto a mis compañeros de sección para hacernos la prueba de antígenos que la DGP ha puesto a nuestra disposición para ver si seguimos sanos y podemos volver a la ENP con el resto de secciones de nuestro turno.
Esperas una cola, esta vez mucho más corta al convocarnos por secciones en diferentes días y horas, y llega tu turno. Te sientas en una silla y dos futuros compañeros te explican amablemente que solo sentirás apenas una molestia. Son 10-15 segundos pero sí, algo molestos, aunque no tanto como la incertidumbre. ¿Y si doy positivo?, ¿cuándo podré reincorporarme?, ¿perderé muchas clases?
Regresas a casa con el móvil en la mano con la esperanza de que no se produzca esa llamada en la que te comuniquen que por un maldito virus no puedas volver a la academia donde ya empiezas a sentirte parte de una gran familia.
Son las 15 horas, y no se ha producido. Por fin respiras tranquilo, sabes que no has dado positivo, el día convocado te reincorporas a la academia. Antes de la prueba dejaste la maleta hecha porque, si algo aprendiste como opositor, es que la fe no se pierde nunca. Repasas la lista de cosas que faltan y ya estás preparado para el retorno.
Regresamos con dos compañeros, aprovechamos y compartimos coche para ahorrar gastos y hacer más ameno el viaje. Desde Madrid llegamos en apenas una hora. Es domingo y mañana empiezan las clases de nuevo, no queremos prisas y así tenemos tiempo para ir ordenando todo.
Por fin, tras varios paseos cargando maletas y libros, conseguimos dejar todo ordenado. Es el momento de acostarse y dormir. Mañana será un gran día.
Son las 7 y corro la cortina que hay junto a mi litera para ver el mejor amanecer, estoy en la Escuela Nacional de Policía, estoy viviendo mi sueño, aquel que apenas hace unos meses no sabía si podría alcanzar.
Nos duchamos y bajamos a desayunar. Hay que coger fuerzas porque hoy tenemos la primera prueba de educación física, el temido 1 500.
Nos preparamos para ello, bajamos a la pista y tras las pertinentes instrucciones a la sección, empezamos a correr junto a nuestro binomio a la voz de “listos…¡ya!”. No fue para tanto, una molestia más, parecida a ese incómodo palito que nos metieron en la nariz antes de venir, pero algo necesario en nuestro camino a convertirnos en policías, y si antes moríamos por poder correr en esta escuela, cómo no íbamos a hacerlo con todas las ganas ahora.
Terminada la prueba, es hora de ir corriendo a la ducha porque en apenas 20 minutos tenemos que estar en clase, aprendemos la disciplina que un buen policía debe tener y recordamos que ante una emergencia los segundos pueden ser vitales. Son esos segundos los que pueden suponer el poder salvar una vida o llegar tarde a un requerimiento urgente.
No sabemos cómo, pero conseguimos estar a la hora en el aula duchados y listos para las siguientes clases del día.
El día ha pasado volando, cenamos y a dormir, que mañana hay que levantarse pronto para estudiar y seguir nuestra formación, además tenemos prácticas de tiro. ¿Qué más se puede pedir?